Todos aquellos que se hayan enfrentado o quieran enfrentar un cambio de escenario laboral, (cambio de compañía, sector profesional o incluso competencias por las razones que sean) una vez alcanzado, digamos cierto 'éxito' profesional, suelen pasear por un camino definido en tres etapas:
- Comienza la escalada. Una primera etapa definida por la ilusión y energía propias del que sabe que ha conseguido ciertos logros y porqué no, donde aplicar todo su conocimiento pasado. Siente que tiene la mochila plena de experiencias que podrá aplicar en su nueva realidad. Aprendizaje continuo, preparado para aplicar fuera de lo que había sido su zona de control.
- Segunda etapa. Cresta de la montaña. Ahora que uno se ha empapado de cuales son las nuevas corrientes decisorias, los entresijos corporativos, las sinergias grupales llega el momento de la puesta en acción.
- Tercera etapa o decenso de la colina. En la medida que tengamos de que esperábamos conseguir y donde hemos llegado realmente aparecerán diferentes grados de frustración o complacencia. Es en esta etapa y no en otra donde la mayoría de las personas se plantea si el entorno le aporta algo o si ella misma aporta algo de valor al entorno.
Se ha completado el cambio de realidad laboral y sin embargo se ha vuelto al origen del camino. Expectativas poco realistas, remuneración, reconocimiento social, y el tan repetido pero poco específico "desarrollo profesional" ¿nos pueden, de verdad, llevar otra vez al punto de partida?
En la otra inteligencia, Adele B. Lynn, expone algunas de las falsas creencias que podrían ayudarnos a contestar esta pregunta, ya que parte del proceso de maduración personal dependerá de cuando encontremos respuesta. ¿Son nuestras expectativas un reflejo del espejo social?
No hay comentarios:
Publicar un comentario